6 feb 2010

Torres del Paine

Hay algo en todo este tiempo que llevo escalando que no he llegado nunca a comprender del todo y que siempre me ha llamado la atención. Se trata de la Patagonia. ¿Por que coño va tanta gente a un sitio tan lejano y se queda esperando meses enteras para acabar escalando en la mayoria de las veces una o dos vias? ¿Y por que coño vuelven? La verdad que después de pasar dos semanas y media en las Torres del Paine haciendo poco mas o menos lo anteriormente descrito aún no he llegado a dar con la solución. Tal vez sean sus paredes de mil metros de un perfecto granito, sus formaciones geométricas casi perfectas recorridas por sistemas de fisuras que llegan a lo más alto de una pared y te dejan disfrutar de unas impresionantes vistas sobre los glaciares y la pampa circundante las que hacen volver a muchos escaladores una y otra vez e intentar sus cimas una y otra vez mas. En cualquier caso lo que esta claro es que las condiciones meterorológicas no son precisamente las que motivan a uno a volver a la Putagonia, eso seguro.

Tal vez la descripción más acertada del porque los escaladores volvemos a la Patagonia la escuché de Dave Turner, un escalador americano con el que coincidimos en el Campamento Japonés. Según él, escalar en Patagonia es como apostar en un casino: cada vez que apuestas esperas llevarte el premio, la cima. La mayoría de las veces acabarás perdiendo la apuesta, pero cuando consigues ganar una de las apuestas la satisfacción se multiplicará por cien después de haber invertido tanto dinero, tantos intentos. Después de ganar la primera vez, el juego vuelve a empezar. Si has ganado una vez podrás ganar una vez más, asi que en lugar de retirarse a tiempo muchos acabarán volviendo esperando encontrar una racha de buena suerte, de un premio aún mayor. Tal vez el problema de los escaladores sea la ludopatía y no el tiempo.

Esta temporada en las Torres del Paine, y en la Patagonia en general, esta siendo una puta basura. Eso no hace falta que lo diga ni Dave Turner ni Maldonado, eso lo sabemos los que hemos estado por aqui. En toda la temporada lo más que se ha conseguido escalar en las Torres del Paine ha sido la Monzino a la Torre Norte por unas 5 ó 6 cordadas aproximadamente, y teniendo en cuenta que es la via mas fácil de todas cuantas ahi, no es gran cosa, pero tal y como esta el asunto menos es nada. La Torre Central y la Torre Sur aún no han sido coronadas esta temporada, y es muy probable que continue asi durante el resto de la temporada, pues a la mayoría de los escaladores se les agotó la paciencia y se marcharon al mercadillo más cercano a vender todo el material y pasar el resto de las vacaciones en la playa tomando Caipirinhas y disfrutando de un cielo sin nubes y sin viento.

Nosotros, los Franconianos tuvimos el privilegio de topar con uno de esos dias de buen tiempo en las dos semanas y media que estuvimos en el parque. A pesar del frio y del viento el dia estaba completamente despejado y pudimos subir por la Monzino. El resto de vias de la cara Oeste tenían una pequeña capa de nieve por encima y las fisuras estaban llenas de hielo. Ese dia una cordada de americanos también hizo la Monzino después de bajarse de la Torre Central a causa de las condiciones. En otro dia de tiempo miserable también conseguimos alcanzar la cumbre del Peineta, justo al norte de la Torre Norte, por un evidente corredor en su cara oeste. Las vistas desde la cima eran inexistentes, el viento huracanado y el frio y la humedad se notaban hasta en los huesos. Dos intentos frustados a Taller del Sol a la Torre Norte por parte mia y de Andi, y a la Aste a la Torre sur por parte de Kevin y Jörg consiguieron acabar definitivamente con nuestra paciencia.

Nuestra estancia en el Parque Nacional Torres del Paine ha sido pese a todo bastante gratificante. Hemos conocido a mucha gente y hemos hecho muchos amigos nuevos, tanto españoles, como chilenos como americanos, y sobre todo hemos compartido momentos inolvidables con todos ellos. En el campamento japonés compartimos la chabola con el equipo de Tecnificación de Aragón durante toda su estancia. El Ron, el Whisky y el vino valieron para ahogar las penas de unos y de otros y para encontrar un punto de entendimiento común entre alemanes y españoles. En el Campamento Chileno conocimos a Andi, encargado de las comidas en el refugio y Someliere de profesión que nos cautivó con los detalles del Casillero del Diablo y nos mandó a dormir con los del Piscola. La gente del Campamento Torres, los amigos de Puerto Natales y los paseantes que encontramos durante el camino. Muchos recuerdos como para comprimirlos todos en un par de frases.

En fin, que al final, a pesar de acabar hasta los cojones del tiempo ya veo que acabaremos volviendo. ¡Ludópatas!

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2 comentarios:

Juan korkuerika dijo...

Suerte en vuestra aventura... Menuda envidia pájaros!
To be continued...
Hasta la vista alpinista!!!!

Joaquin dijo...

Jajaj que buen relato me he reido bastante
Un saludo desde Chile!